Cuando vemos como se acumulan las cifras de parejas que solicitan la separación y el reacomodo de sus vidas ya sin la otra persona con quien, en algún momento juraron amarse y permanecer juntos; lo único que nos queda cierto es que estas relaciones se han terminado en el estado en que se realizaron en el momento del matrimonio.
Con el argumento de la pandemia, las emociones se han desatado abiertamente; en realidad muchas de ellas han estado ahí, pero por diversas circunstancias se mantienen guardadas, porque los beneficios que se reciben son mejores que los males o perjuicios…
No me voy de la casa porque no me conviene
No me voy de la casa porque pierdo lo que tengo ganado
No me voy porque tengo miedo
Hay patrones de conducta totalmente aprendidos y repetidos; históricamente las personas buscan la satisfacción máxima y el menos dolor; es el hedonismo lo que lo mueve; la satisfacción por encima del malestar…, contrario al filósofo garañón de Juárez que clama en su canción…“yo no nací para amar, nadie nació para mí…”
Por el contrario, el sentido de la satisfacción necesaria nos lleva a reconocer que la pandemia nos ha desnudado en nuestros miedos e inseguridades, al mismo tiempo nos ha dado la seguridad de que no es el amor lo que nos mantiene juntos; pero que los beneficios que lo hacían se volvieron vulnerables. El incremento de las solicitudes de separación en las parejas, sin ser nuevo, es necesariamente justificado ante la realidad; no hay suficientes razones para quedarse en casa; sobre todo acompañando o acompañado de la otra persona; los beneficios ya no alcanzan como antes.
¿Por qué se está usando la pandemia como argumento…?
Esta es la historia del cartero y la carta; el cartero no tiene la culpa de lo que dice la carta; mientras esta dice que ya no te quieren, no desean estar a tu lado, se van de tu vida; quieren seguir sin ti; encabronado o encabronada te le echas encima al cartero y la acusas de ser un hijo de la chingada…, porque la cata dice lo que dice…, que ya no quiere verte, que te alejes…; pero el cartero no lo sabe ni le interesa, él solamente las lleva a su destino. Dada tu molestia necesitas golpear a alguien…, le pegas y maldices al cartero.
La pandemia es el cartero solamente; nos ha desnudado en nuestra realidad, los elementos que nos unen, de alguna manera se mantienen, pero los que nos alejan se han reforzado: bajón en lo económico, encierro no deseado, exigencia sexual, y una tolerancia social muy grande.
Todo esto se ha ido incrementando de manera grave; nada de ello es nuevo, simplemente que las condiciones de salud las han magnificado.
Nuevamente se comprueba que las relaciones sociales son pasajeras y en constante movimiento; nada es casual en las relaciones de pareja; nadie se va chiflando y cantando…; se toman estas decisiones contrapuestas a un sueño fundamental de las personas…; compartir lo único que les pertenece de origen, su vida. Desde luego que las condiciones anexas son fundamentales: compartir tiempo, atención, dinero, estados de ánimo…
Tratando de engañarnos, frecuentemente culpamos a los “otros” de nuestros males; los “otros”, en este caso es la pandemia, y la manera en que se destapan las partes negativas de ser y permanecer en pareja.
¿Solución?
No, no hay solución, hay opciones mediante las que se intenta continuar la vida; buenas y no tan buenas; pero son las opciones que le quedan a las personas ante su realidad. La primera condición es reconocer la evidencia…; ya no se tiene lo que se creía tener de beneficios que me retenían en el lugar; las máscaras que se construyen y llevan para vivir con los vecinos, el vecindario y el espacio de trabajo, es una armadura que deja de funcionar como se espera…; ya no es creíble; ahora se requiere otra máscara, la de la persona decepcionada con la relación hasta ayer vivida satisfactoriamente…; las ganancias dejan de ser suficientes, es hora de buscar otras opciones, con otras personas, otras posibilidades…
A partir de ese momento la persona se convierte en buscadora de figuras reparatorias…; buscan algo o alguien que le repare su pérdida; muchas personas se consiguen una mascota, un perro al que obligan a actuar humanamente; le compran ropa, le obligan a permanecer en su habitación, le cocinan, le imponen actitudes humanas, dejan de ser macotas de acompañamiento; les quitan su derecho a su vida y les imponen la que requieren sus alimentadores.
Otras personas buscan una persona que se parezca lo más posible a la que han dejado, si le extrañan, en caso que consideren que siguen extrañando determinadas cosas de esta. Se busca alguien que ocupe el espacio que, a propósito, se señala de manera abierta… ¡aquí se sentaba…; aquí caminaba…, aquí…etcétera”.
El cartero es solamente el pretexto para desnudar una realidad; esta nos supera, nos dice que el narcisismo y hedonismo nos están asustando; alguien, en algún momento de nuestra vida nos engañó con el cuento de las princesas por salvar, y los príncipes valientes salvadores. La realidad es otra, no hace falta besar sapos, la evidencia está a la mano; la estadística nos indica que en los últimos dos años se han disparado las solicitudes de separación; pero no necesariamente por razones especiales…, son las de siempre, sólo que hoy se han magnificado…, se notan más.
“No es falta de cariñoooo, te quiero con el alma…; te juro que te adoro, y en nombre de este amor y por tu bien, te digo adiós…”
¡Ah, las canciones…!
Abrazos, y tratemos de mantenernos juntos un tiempo más, en este caso por bien mío… ¡ah, el egoísmo como interés manifiesto!
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