Desde 1994 en que se inicia el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos y Canadá, lo hemos venido repitiendo: ni existe, ni va a existir jamás, en materia de negocios un acuerdo equitativo en que todos puedan mantener un juego limpio; eso nunca ha sido así, ni va suceder.
28 años después de aquellas declaraciones, solamente comprobamos a cada momento que la apertura de los mercados nacionales de la región norte del continente americano responde a las necesidades e intereses de los Estados Unidos.
Usted dirá que es preferible ser cola de león, que quedar al margen de los grandes negocios comerciales internacionales; no es totalmente cierto esto, toda vez que en un sistema tan abierto; con acuerdos o sin ellos, las mercancías se van a vender, y en la medida de la necesidad, se van a cotizar. Si necesitábamos un ejemplo, con la invasión rusa a Ucrania lo comprobamos: De golpe el mundo necesitaba de los cereales del país invadido; y el gobierno de los Estados Unidos, con su cara de hipócrita, descubrió que Nicolás Maduro, después de todo no es tan tirano; no es tan malo… ¡siempre y cuando permita que las empresas petroleras norteamericanas vuelvan a explotar el petróleo venezolano, para mitigar los altos precios de este líquido por culpa de la invasión rusa!
El pleito de hoy es el maíz amarillo norteamericano…
El país que más maíz produce en el mundo son Los Estados Unidos, por lo que necesita de mercados para venderlo; uno de sus clientes es México; paradojas de la vida, siendo un país históricamente maicero, necesita comprar unos 17 o 18 millones de toneladas de todo el grano que requiere para el consumo anual. Es ahí donde los productores de maíz amarillo de los Estados Unidos reclaman su derecho a vendérnoslo; y, con el Tratado de Libre comercio, argumentan tener ese derecho; y México la obligación de comprarlo.
Maíz transgénico y glifosato es el problema…
Hoy, los productores norteamericanos de maíz reclaman su derecho a vender su producto a México; argumentan que el tratado comercial nos obliga a tal transacción. Por su parte, el gobierno mexicano rechaza esta obligatoriedad; al tiempo que argumenta, para no comprar, que es maíz transgénico, y se sigue aplicando el veneno prohibido de nombre Glifosato.
Ambas partes tienen razones de peso; los agricultores requieren vender su producto; tienen excedentes y se les llenan sus bodegas, con el riesgo de que se “avieje” (se avejente) en ellas; a su vez México tiene derecho a defender sus decisiones de comprar lo que más convenga, dentro de un mercado que de libre no tiene ni la forma; pero que se presume ser eso.
México acusa a los productores norteamericanos de producir grano genéticamente modificado, y de seguir aplicando glifosato (químico conta la maleza, capaz de quemar a esta, al mismo tiempo que va esterilizando la tierra, y con el tiempo generar nuevos desiertos).
Es un choque con pocas razones y millones dólares de argumentos…
Los productores necesitan vender y reclaman su derecho por el Tratado de Libre comercio; el gobierno mexicano rechaza esta tesis; señalan que no hay obligatoriedad legal; que en todo caso es por interés comercial que se puede dar la transacción.
Al final de cuentas, este es un pleito entre dos fuerzas muy desiguales; es como se constituyen los tratados comerciales en todo el mundo.
México necesita comprar cada año entre 17 y 18 millones de toneladas de maíz amarillo para alimento de animales que se destinan al sacrificio y consumo humano, al mismo tiempo tiene derecho de seleccionar a sus vendedores; y, lo que refleja el Tratado comercial no lo obliga necesariamente a comprárselo a los granjeros norteamericanos; por más que eso sea lo ideal, dado que es mejor tener buenas relaciones con ese mercado; después de todo son nuestros vecinos, y con ellos parte de nuestra familia, amigos y paisanos en general que trabajan y sostienen a sus familias en México.
La nota de la investigadora Silvia Ribeiro que aparece en el periódico La Jornada, del sábado 31 de diciembre de 2022 deja claro a lo que vemos sobre el problema…
“los tratados de “libre” comercio, de los cuáles el de América del Norte es pionero. Son reglas leoninas a favor del más fuerte, entre ellas protección rapaz de la inversión corporativa, imposición de propiedad intelectual de las empresas y del comercio agrícola, que intentan sojuzgar cada vez más las políticas nacionales, para asegurar las ganancias de esas grandes compañías”.
Silvia Ribeiro; “Golpeadores transgénicos”; en la Jornada, sábado 31 de diciembre, 2022; pag.15.
Como lo señala la investigadora, como lo presentamos nosotros, esto no es asunto de justicia o legalidad; es necesidad comercial del socio fuerte, que acostumbra que no le critiquen, y le compren todo lo que les sobra, aunque esto no responda a los intereses nacionales.
El maíz amarillo es un grano muy acostumbrado en México, tanto para el alimento animal, como para los humanos; de hecho, hay regiones del país, en que siguen produciendo este maíz. Pero una cosa es generarlo en la propia tierra con sus métodos y paquetes agroquímicos, y otra comprar a la fuerza un producto que está comprobado que es un producto transgénico, y además sigue usándose el glifosato.
Lo malo es que, en los tratados comerciales, a veces, no se aplica la justicia y la ley por encima de los intereses…, bueno, a veces…; esperemos para comentar el resultado.
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