El proceso de cada persona, para conocerse es diferente, y ocurre en distinto
tiempo, y siempre se tienen que superar una serie de obstáculos para ir
madurando, y logrando con ello, saber de nuestras capacidades y de los límites
que tenemos, de lo que nos es posible y de los impedimentos para realizar algo.
Todo sujeto que no mide su potencialidad, está en riesgo de no lograr los objetivos
que se platea, o por lo menos, no hacerlo en el tiempo en que los quisiera hacer.
Una de las metas del hombre o la mujer, debería ser el de conocerse, y ello lo
pudiéramos lograr, apoyados en la educación, escuchando los consejos de los
padres, y de aquellos que nos quieren y que nos pueden hacer ver nuestras
debilidades y fortalezas, para con ello saber nuestros alcances.
Conocerse a uno mismo, es la tarea más difícil, pero no imposible, debido a que
se ponen en juego directamente la racionalidad, nuestros miedos, y pasiones,
aunque una vez que nos conocemos a fondo, sabremos comprender a los demás
y la realidad que nos rodea.
Es sólo mediante el autoconocimiento que aprendemos a desenvolvernos con
eficacia en la vida, pues afrontamos de manera óptima el día a día, y cada caso
que se nos va presentando. Distinguir lo que sentimos, y lo que nos hace sentir,
saber de las metas que deseamos alcanzar, y diseñar las estrategias para estar
bien, y obtener lo deseado, son muestra además de inteligencia interpersonal; lo
que significa, el entendimiento propio y de los demás.
Cuando tenemos claro lo que somos, y para qué somos aptos, encontramos
fácilmente las maneras y formas, o el camino adecuado para el cumplimiento de
los objetivos que nos planteemos, y aunque existan circunstancias que nos
puedan desviar del sendero, siempre encontraremos la forma de volver a la ruta
adecuada en la que podamos estar satisfechos.
Tener control de nuestras emociones y no dejarnos guiar por sentimientos
negativos, es el primer paso del autocontrol y una de las etapas que un sujeto que
desea desarrollar su inteligencia emocional, debe considerar, por lo que, identificar
la negatividad, para transformarla en positivismo, es una oportunidad, que
reconduce a la una vida liviana.
La aceptación, es primordial para el conocimiento personal, es decir no debemos
renegar de lo que somos, ni sufrir por lo que representamos, considerando que
somos un cúmulo de virtudes, pero también de defectos, de los que no nos
podemos desprender, ni tampoco cambiar fácilmente, pero sí manejar a nuestro
favor, hasta tener lo que queremos y posiblemente merecemos.
El aprecio a lo que somos, y lo que representamos, no puede venir de nadie más
que no sea primero de nosotros mismos, por eso, como decía Jean-Jacques
Rousseau, “nadie puede ser feliz, si no se aprecia a sí mismo”, por lo que
analizando nuestras capacidades y nuestras limitaciones, nos podemos fijar metas
a corto y mediano plazo y en función de ellas y de su logro paulatino, añadir
nuevas, y aquellas que nos puedan exigir mayor esfuerzo.
Una vez que sabemos de lo que somos capaces, es necesario actuar en
consecuencia, pues sin iniciativa, y sin la prueba, no podemos saber de nuestros
alcances, ni las debilidades que debemos superar, ni las fortalezas que hemos de
reforzar.
La comprensión, sobre el estado de las cosas, y el análisis del cómo nos vamos
sintiendo durante el proceso de conocimiento personal, es un espacio para la
reflexión, la retroalimentación, y el enriquecimiento de las experiencias, de tal
suerte que si fuera necesario, nos tomemos un descanso para recobrar fuerza y
con más ahínco, continuar los pasos a lo deseado.
Solo sabiendo quiénes somos, los esfuerzos por ser mejores rendirán frutos, y eso
será una cuestión de la que seremos beneficiarios directos y salpicaremos de
bienestar a los demás, mejorando nuestra relación con los demás, pero sobre todo
con nosotros mismos.