Obras Maestras de Robert Schumann

El año 1840 fue llamado el “año de la canción” de Robert Schumann. Aunque se aventuró previamente en la composición de canciones, había una marcada predilección por el piano en su producción temprana. De pronto, ese febrero Schumann obsesionó con el reto de poner música a los textos de sus poetas más admirados. Hacia inicios de 1841 ya había compuesto más de 130 canciones, incluidas aquellas que conforman Dichterliebe. El gran barítono y experto en el género Dietrich Fischer-Dieskau explica que el título fue recogido de una línea de Rückert: “El amor del poeta siempre se ha encontrado con el infortunio”.

Schumann creció en una familia cercana a la literatura (su padre era escritor y editor de libros), y las palabras fueron siempre tan importantes como la música. Desde la niñez era un lector voraz y crítico; ya adulto recibía algunas ganancias como crítico musical y editor fundador de la revista Die Neue Zeitschrift für Musik. Dichterliebe, el gran ciclo de Schumann, incorpora 16 poemas de la colección de Heinrich Heine Lyrisches Intermezzo. Schumann los arregló en un drama narrativo de amor y pérdida irrevocable.

Simpleza y concisión caracterizan las primeras cinco canciones en donde el poeta se mueve desde la dicha amorosa hacia los primeros vestigios de un sentimiento no correspondido. La majestuosa Im Rhein, im heiligen Strome, la sexta canción, es la primera expresión no ambigua de amor perdido. La imagen aquí es la magnífica catedral de Colonia a las orillas del Rhin. Inspirada en los preludios corales de Bach, el piano domina con un poderoso motivo descendente. La línea vocal sigue el contorno simple pero expresivo del coral barroco.

En Ich grolle nicht, el alto drama, la amplitud de rango y el peso heróico proceden del estilo operístico. Aun así la ironía de Heine es capturada en esta exagerada retórica musical. Los vehementes golpes en los acordes del piano, las masivas octavas de la mano izquierda, y las repeticiones furiosas del título de la canción.

Das ist ein Flöten und Geigen presenta otra brillante y dominante parte de piano en un vals de torbellino y pesadilla en donde el poeta se imagina en el banquete de bodas de su anterior amor. En la exquisitamente conmovedora décima canción Hör’ ich das Liedchen klingen, el piano sutilmente toma el liderazgo con una ilustración de sollozos que crece más fuerte y dolorosa en el postludio. Contrastando con esta sinceridad, Ein Jüngling liebt ein Mädchen nos recita la historia clásica del amor no correspondido. Ello enmascara como engaño una canción del folclore con una pedestre cadencia de tres acordes.

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Periodista, Reportera, Editora y Directora General de la Revista Digital Informativa: 5W Redactor.

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