Por: Ricardo Burgos
Todos quienes seguimos los Juegos Olímpicos de Tokio nos sorprendimos al conocer que la estrella norteamericana de la gimnasia, Simone Biles decidió no competir en la final por equipos de su especialidad por una situación “emocional”. Al parecer le dio un ataque de ansiedad al sentirse “socialmente” presionada por ser la gran estrella de la que se espera mucho.
Para cada uno de los atletas participantes en la competencia que se realiza en Japón, debe ser muy complicado estar ahí mientras se enfrentan, en primer lugar, a la amenaza del Covid y sus variantes; en segundo lugar, a los dirigentes, quienes exigen medallas porque es la única manera de justificar los presupuestos, los gastos y los viajes; en tercer lugar, a su situación personal – economía, familia, etc –.
Recuerdo que alguna vez me tocó entrevistar en una colonia muy humilde de la Ciudad de México a la familia de Juan Paredes Miranda, cuando acababa de ganar medalla de bronce en la categoría de peso pluma en los Juegos Olímpicos de Montreal 1976. Su mamá y sus hermanos estaban muy contentos por el triunfo y al mismo tiempo tenían la esperanza de apoyo del gobierno por su condición económica.
El caso de la gimnasta Simone Biles seguro no es el único. Debe haber muchos deportistas más que están participando con mucha presión de todo tipo – a lo mejor todos –, pero se deben aguantar, quedarse callados, para evitar tener problemas y que les corten sus aspiraciones por una declaración fuera de lugar.
Los deportistas mexicanos tienen la presión primero de Ana Gabriela Guevara, titular de la Comisión Nacional del Deporte, desde sus federaciones, los gobernadores de donde son originarios, el presidente de la república y el público.
Después que hace unos días Luis Álvarez y Alejandra Valencia obtuvieron el tercer lugar en la categoría mixta del tiro con arco, Ana Gabriela Guevara, muy optimista, aseguró que México va a romper el récord de nueve medallas – tres de oro, tres de plata y tres de bronce — que tiene desde México 68. Quiérase o no, es presión para el atleta que escucha esa afirmación.
Guevara fue deportista y sabe de presiones desde ese lado de la mesa, pero ahora como directiva tiene mucho mayor obligación porque está en juego su carrera política. Un fracaso en Tokio y hasta ahí llega en sus aspiraciones.
Las redes sociales han hecho que la gente se involucre cada vez más de manera directa en un resultado. A través de las distintas plataformas digitales pueden elevar a la gloria o bajar al infierno a cualquier deportista. Y pasa en todas las disciplinas y más en una competencia de alto nivel como los Juegos Olímpicos. Eso significa igualmente mucha presión para un atleta.
Los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 –retrasados un año a consecuencia de la pandemia – son atípicos, se realizan sin público, lo que nunca antes, representan un riesgo permanente de contagio, directivos y la gente en general exigen victorias y los deportistas deben cumplir, sin importar cómo.