El nuevo escándalo con que se ha pretendido desprestigiar al gobierno del presidente López Obrador se refiere a la información (desinformación en este caso) con que se ha presentado el informe de la cuenta pública que ha presentado la ASF (Auditoría Superior de la Federación), que fue formada en la Cámara de diputados enfocada en vigilar el uso que se le dan a los dineros públicos, y la manera en que se mantiene la relación fiscal y de subsidios con la empresa tanto pública como privada.
Debiera ser un organismo vigilante de las buenas costumbres tanto en el sector empresarial privado, como en el gobierno en funciones; para ello, la Auditoría Superior se justifica definitivamente. El problema es que su formación no nace con una designación de sus miembros a partir de las necesidades nacionales; por el contrario, es un reparto de intereses políticos entre los partidos dominantes, bajo el vergonzoso sistema de reparto de cuates y cuotas, donde el partido que tiene más diputados puede imponer más funcionarios.
Así es como se formó la actual ASF, con una inclinación descaradamente priista; toda vez que fue renovada en su dirigencia durante el sexenio de Peña Nieto.
Al presentar su informe en relación a la cuenta pública del 2019, primer año de gobierno de AMLO, dio un golpe traicionero y mala leche; según los seguidores de AMLO intentando desprestigiar; y sobre todo, dándole información a sus enemigos para que se le echarán encima como jauría…
En radio, televisión, periódicos, y ahora en las redes sociales, payasos metidos a periodistas; y periodistas que actúan como payasos, rápidamente se rasgaron las vestiduras…“¡por fin ya tenían argumentos para hablar tremendamente del hombre del Palacio de Gobierno, ya podían demostrar que ellos son los buenos, y este señor que gobierna es malo…, muy malo!”.
La trampa pendeja con que se ha lastimado la imagen de la administración gubernamental es muy simple…; se inflaron las cifras del costo de la cancelación del que sería el nuevo aeropuerto de Texcoco; curiosamente las cifras fueron alteradas de manera grosera; donde 2 más 2 no dieron cuatro, sino 22, generando la sensación de que se nos había mentido en relación a lo que había costado su cancelación.
Según datos oficiales de la presidencia, el costo por la cancelación fue de 110 807 ciento diez mil, ochocientos siete millones de pesos, mientras que la ASF nos dice que el costo fue de 331 991 trescientos treinta y un mil, novecientos noventa y un millones de pesos…
¡El triple de lo que costó se manifiesta como información oficial!
O mala leche.
Cualquiera de las dos circunstancias deja muy mal parada a la Auditoría cargadamente priista… ¡equivocarse de esta manera, donde el costo de haber cancelado la obra es inflado por tres veces…! si no es mala leche, entonces nada tienen que hacer en el campo de las auditorías; luego entonces el auditor en jefe David Colmenares debe renunciar, pero además debe ser investigado, para en su caso llevarlo a juicio por malversación de información con el cargo de “dolo” en el mismo, situación que sin duda constituye delito puesto que se encamina a causar daño en imagen u honra del gobierno en funciones.
Al ser descubierto en sus manipulaciones o errores; el auditor ante los medios de comunicación, y después ante el congreso ha afirmado que es una equivocación y que se va a castigar a quien la haya cometido…; ¡le hace al Tío Lolo; es decir se hace el tonto, el responsable directo de todo esto es él mismo; luego entonces quien debe renunciar es él…!
No necesitamos defender al gobierno, debe defenderse solo, pero este tipo de golpes sucios y bajos son de no tener madre; por más que alguien les haya parido; a quien se le ocurre alterar hasta en tres veces el costo de una obra tan importante por su costo como lo fue la cancelación del fallido nuevo aeropuerto de Texcoco…
Del escándalo mediático, no me extraña la manera tan grotesca con que se relamieron los bigotes los enemigos de AMLO; por un instante sintieron estar en la gloria; ya sabe de quienes hablamos, de toda es partido de resentidos que piensa que jamás debe llegar al gobierno alguien que no represente un sentimiento de superioridad, aunque este sea como el ególatra semianalfabeta que fingió escribir un libro, y ni su tesis para titularse hizo (esta probado que se la pirateó); o que actúe como genocida cínico y borracho; o que de plano sea un tonto mandilón, capaz de afirmar que todas las decisiones en relación a país, las decide con la señora Martha en la cama (él lo afirmó en uno de tantos momento absurdos y de burla que ofreció a los medios).
No, no tenemos ese tipo de gobernante; eso les molesta a los periodistas de derecha, a los payasos que trabajan de periodistas; y a los que se han unido al coro de enemigos de un gobierno que entre tumbos y algunos éxitos, va en su tercer año de administración con el apoyo de las bases sociales medias y bajas; y el abierto rechazo de la llamada “gente bonita”, AMLO les llama “fifís”; y en sociología y politología se les cataloga como reaccionarios al régimen.
Parece que la mala leche es lo que ha causado este affaire mediante el que se le ha desacreditado por un par de días, antes de que el mismo reaccionara y aclarara los errores, mismos que provocaron las posteriores disculpas; pero como se dice…“¡palo dado…, deja chipote!”
El auditor David Colmenares debe renunciar; no lo quiere hacer; queda en manos del congreso empujarlo para sacarlo de un cargo que deshonró y ha reducido al mínimo…
La dignidad es una moneda de cambio muy costosa cuando se trata de dignidad y respeto; no se le ve muy digno al auditor.
Le abrazo con cariño.
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