Mientras el país sufre el flagelo de la violencia “expuesta”; significando esta la manera grosera en que los choques violentos se dan cada vez más a cualquier hora y en cualquier lugar; señal inequívoca de que el gobierno en turno y los anteriores; al menos desde 1982, han sido rebasados por los altos niveles de violencia en contra de la sociedad en general. Obviamente que las mujeres, y los llamados grupos pequeños y vulnerables se asumen como el centro de esta violencia.
Personalmente no lo he apoyado; creo que el problema es de estructuras; que la violencia nos ha rebasado como país; que los gobiernos que han pasado y el actual no han logrado detener su crecimiento y administrara en lo posible.
Realmente no hay un sólo país en el mundo sin violencia; es un sueño imposible; lo que hay es países y gobiernos que han logrado administrarla; lo más triste es que algunos pueden decir que logran un buen ambiente de tranquilidad en su territorio; pero han provocado grandes deterioros en otros países; Europa Occidental es el mejor ejemplo; Serrat, filósofo y poeta de la canción lo dice muy bien: para no ensuciar su casa, van a cagar a la casa del otro.
Pero la vida no se detiene; con AMLO o sin él, la violencia va a continuar; el debate es hasta dónde, y cómo nos va a seguir impactando, afectando en la vida cotidiana.
Al tiempo que tomamos el tema de la inseguridad, nos debatimos en medio de una pandemia de salud que lejos de erradicarse, se mantiene con altos niveles de contagio; se dice que estamos en la quinta ola de Covid.
Dos formas de violencia que nos están rebasando; tanto la inseguridad como la epidemia han impactado, tanto en salud, como en los empleos y salarios.
A veces resulta triste y casi patético ver las cifras de los niveles de pobreza que han arrojado estas dos formas de violencia; se van abriendo las distancias entre las llamadas relaciones sanas y las sin duda, relaciones tóxicas.
Relación economía-cama-sexo
Cuando se incrementa y concentra la crisis sobre una sociedad, lo primero que se manifiesta son las carencias; los niveles de salarios quedan desnudos en su poder de compra; el nivel se confianza de sostener el empleo es otro elemento capaz de enfermar a quien se sabe en esa situación. No existe aún medicina para tranquilizar y equilibrar a las personas cuando han perdido un empleo, se les pone en esa posibilidad; sobre todo si su día a día depende de ese salario.
El covid nos hizo más extraños y huraños; la inseguridad nos hace desconfiar cada vez más de las llamadas desconocidas; de jóvenes que vemos en el barrio en motos; de la mala comunicación con que se va alimentando la vida en pareja.
Cuando revisamos la estadística de separaciones en los últimos dos años y medio de pandemia; con el encadenamiento de los problemas de salud y los empleos precarios, con salarios bajos; simplemente se puede concluir que los niveles de confianza haca el futuro se han reducido.
Antier…, ayer…, hoy y mañana, al llegar la noche, nos guste o no, las parejas se van a reunir en un espacio terriblemente pequeño llamado cama; ahí se concentraron los problemas que no lograron ser resueltos durante el día antier, ayer y hoy; lo que constatamos con esto es que los problemas nos han superado; los largos silencios al lado de alguien a quien llamamos pareja se van prolongando; los temas para justificar el momento se agotan; cuesta trabajo pasar la noche sin aceptar que no hay mucho de donde sacar para evadir la realidad.
Hace años se usaba mucho el argumento de emergencia del clásico “dolor de cabeza” para evitar sentirse “obligada u obligado” a tener sexo con la persona de al lado; regularmente funcionaba, o al menos así se manejaba; y aunque se sabía en deuda, con el compromiso de compensarle al día siguiente…, u otro día, regularmente las cosas quedaban más o menos claras; se iban terminando las ganas de estar a lado de quien ha dejado de ser motivo de llegar temprano a casa.
La violencia e inseguridad acumulada y expuesta que cubre el país fue minando la capacidad de resistencia de la sociedad; cada vez confiábamos menos en nosotros; criticamos a los altos niveles de inseguridad.
Hasta ahí, todo bien… ¡pero no esperábamos la sorpresa del 2019 con la pandemia del Covid! fue el último clavo para soldar al crucificado en la cruz.
Hoy, con dolor y temor nocturno, se hace más confuso el futuro de la vida en común en ese espacio llamado casa y familia; pero tiene tintes de tragedia.
La exclamación de… ¡esta noche no mi amor! se va convirtiendo en una manifestación permanente; quizá por que más que la cabeza, lo que duele hoy es la vida en las nuevas condiciones.
¡Ya no mi amor…, ya no!
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