La justicia es dar a cada quien lo que le corresponde, y aunque parece sobrepasarse cuando existen elementos en una condena, en lo que respecta a que el condenado, algunas veces no pudo defenderse con todas sus capacidades intelectuales, perfectamente fluidas, fundadas o claras; lo que suele pasar al tratarse de menores, e incapaces físicos o mentales, así como en personas que requieren un traductor por hablar una lengua materna distinta al español.
Cuando hablamos de justicia, debemos de ser claros sobre si se trata de una interpretación mundana o divina, para identificar si es de lo que muchos somos creyentes, o no, pero sobre todo de saber si vivimos siendo justos, y si las acciones que se emprenden y que son juzgadas por instituciones, no sean un tema que pueda ser opción, o por gusto, si no por el contrario, sean tareas de distintas dependencias y personas quienes crean la norma y aquellos que deben aplicar la ley, que en el fondo busca la justicia.
Si en un momento de su vida debe seleccionar entre lo derecho y lo justo créame que siempre la justicia es la mejor opción, pues mientras lo primero hace alusión en lo sustantivo a los documentos que norman la legalidad de un país, es decir una constitución y su estructura, normas y leyes, lo segundo es la aplicación pura, es enjuiciar al culpable con pruebas fidedignas, con testigos certeros y con un proceso impecable, que no estamos, ni tendríamos por qué estar lejos de lograrlo, teniendo en cuenta que nos facilitaremos la vida con solo respetarnos y no faltarnos, no entro metiéndonos en lo ajeno, salvo que no sea como entes solidarios, aplicándolos en la sobriedad, en la razón y la sensibilidad. Pero debido a que eso no sucede y que la vida humana presenta entre cada hombre y mujer distintos caracteres y temples es que la ley y el Estado de derecho han de ser guardados bajo la escrupulosa justicia.
Cierto es que, si la vida nuestra fuera en paz, y el respeto fuera imperante, no habría necesidad de normas escritas, pero como ya se ha dicho la pluralidad exige aclarar qué es lo correcto y lo incorrecto y como a sabiendas de que los hechos traen consigo consecuencias legales por conocimiento u omisión, los terrenales nos volvemos infractores desde lo común hasta lo grave. Podríamos recomendar leer la ley y actuar conforme a ella, reforzar el amor propio, a los demás, la familia y la patria, sin embargo, las situaciones mentales, económicas o sociales al parecer nos hacen blancos fáciles de las tentaciones y agresiones naturales que lejos de permitirnos actuar con cautela y serenamente por impulso nos hace recordar cual semejantes somos a otros seres vivos con un mayor grado de salvajismo.
La justicia no es una opción, es el bien superior del hombre y la mujer, así lo establece la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y su acceso pronto y expedito que parece olvidarse entre la burocracia es quehacer de quienes la aplica. Si ha dejado de creer en las leyes y su contenido le invito a darse la oportunidad de conocerla a fondo e interpretarla y acudir a la dependencia gubernamental de la que requiera servicio y al pedir ser atendido la invoque. El primer libro que debemos conocer, no por gusto si no por civismo y cultura, debe ser la carta magna, de tal suerte que el infractor sea consiente del merecimiento de la pena y haga conciencia del mal hecho y quien esté libre acto ilegal no intente caer en la transgresión.
Si usted se ha permitido leer estas letras y su dedicación es la atención de víctimas, por favor sea escrupuloso al atender a quien fue victimado, pues las y los impartidores de justicia sin sensibilidad son igual que una trompeta sin boquilla o un control remoto sin pilas.
No deje de creer nunca en que el mundo está de píe por los justos; hombres y mujeres que se conducen de forma legal y hacen porque les nace de la justicia una forma de vida para crear un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento de México.