La muerte es posiblemente uno de esos temas de los que muchos no quieren hablar, aunque existamos los que lo tomamos con filosofía o como algo natural que tiene que pasar, y que tarde o temprano llegara, es decir, de forma irremediable, aunque no sea algo que esperemos, a pesar de saber que, si se nace, se muere y que nuestro tiempo en la tierra expira.
Son muchos a los que he escuchado decir que desean una muerte tranquila, refiriéndose a aquellas que ocurren mientras uno va a dormir y ya no despierta, por un paro cardiaco, por una condición fulminante sin que exista, según ellos tanto sufrimiento. Pero como es algo que no esta en nuestras manos, se nos debería educar desde casa, o porque no desde la escuela o la religión, para saber que la despedida del mundo terrenal, es inevitable y se debe estar preparado para ello, considerando un proceso de menor dolor o estragos mentales cuando de manera repentina dejamos este mundo, y con quejas y reclamos lamentamos la partida de los seres que nos han dejado.
Es muy libre soñar, como pensar y desear lo que sería mejor en vida y en la muerte, pero poco hacemos mientras estamos sanos para que nuestro organismo reaccione como queremos, pues buscamos mayor resistencia para el gimnasio los trabajos rudos y o hasta para evitar el sueño y nos medicamos o ingerimos sustancias que bien sabemos nos traerán consecuencias futuras, pues así como no es natural que un animal sea crecido y engordado en tiempo récord, tampoco lo puede ser que los huesos y los músculos logren grandes volúmenes de estiramiento por realizar rigurosos ejercicios o fuerza excesivas.
No es posible mantener un sistema cardiaco sano sin ejercitar el músculo encargado de bombear la sangre al cuerpo, ni evitar la cirrosis o males hepáticos si los excesos de alcohol o de grasas por ejemplo son una constante.
En gran medida los males que cada uno sufrimos, nosotros mismo nos los buscamos, o es tal nuestro descuido que nos exponemos a que la vida que decimos amar y disfrutar sea muy corta, eso sin contar los accidentes que también llegan a ser provocados por la falta de pericia y la irresponsabilidad que lleva a que se conduzca un automotor bajo los influjos de alguna droga o realizar trabajos de bajo, medio o alto riesgo con sustancias tóxicas en nuestro cuerpo.
En tiempos de pandemia, de la que por cierto, que todavía he escuchado decir a muchos, que no existe, también somos nosotros mismos los que por no usar cubrebocas siempre y correctamente, por no lavarnos las manos de manera constante, por evitar salir de casa o sólo por lo mínimo indispensable, o creer que el gel es antibacterial y no antiviral y por eso no lo usan, nos seguimos poniendo en riesgo y con esa irresponsabilidad exponemos a muchos otros que ahora mismo están intubados, en cama con ventilación, y peor aún, fuimos en cierta manera responsables por los que ya no pasarán con nosotros el año nuevo.
Las iglesias son posiblemente los sitios en los que más se menciona a la muerte y desde el sermón, se invita al arrepentimiento de los pecados, para que una vez que nos vayamos de este mundo tengamos un espacio con Dios, incluso se habla de temer al Santísimo y evitar caer en la tentación y desde luego a no ser pecadores, por lo que se espera que la vida de los feligreses o creyentes sea conforme a las sagradas escrituras, sin embargo después de salir del templo son muchos los que olvidan la misa dominical o las palabras del párroco, y se continúa con una vida de excesos, por lo que, lo que pudiera haber llevado a un sendero luminoso se convierte en una suerte o en volado, que ya sea que caiga sol o águila, siempre terminará siendo la voluntad divina para algunos pero para otros el resultado de lo que nosotros mismos nos buscamos.
Como no sabemos la hora y el día de nuestra muerte, cada instante y cada día lo debemos disfrutar haciendo lo que más nos gusta, lo que más saboreamos y lo que más nos alegra, en compañía de los seres que queremos, si es a la familia pues con ellos, pero si no es con ellos con los amigos, o porqué no, si disfrutamos de estar solo pues estando nosotros mismos.
Recordemos que al morir todos fuimos unas buenas personas, por lo que tendremos aseguradas mejores palabras y descripciones nuestras una vez muertos que en vida, pero no olvidemos que lo que hagamos mientras vivamos; buenas obras, buen trato, fina atención beneficencia, alegría y humanidad, es lo que nos hará inmortales.
Vivir para servir y no para acumular riqueza, nos confortará a la hora de la muerte, porque nos despediremos sabiendo que no actuamos mal y que no buscamos la guerra, sino que siempre procuramos la paz, que a los que nos ofendieron les perdonamos y a los que nos golpearon les concedemos la disculpa, pues comprendimos que la vida es un suspiro que no vale desgastar en odio mentiras o aquello que nos deshumaniza.