La honestidad y la deshonestidad como dos antípodas, han llevado al hombre a la debacle moral, una vez que no se tiene principios para sostener su lealtad a la verdad, su recto proceder y su humanidad. Aunque para algunos es de humanos equivocarnos, no puede ser humanamente justo vivir engañando a los demás, ni mostrando algo que no somos.
Cuando comenzó a ganar la deshonestidad, se comenzó a podrir el mundo, e igual que cuando eso sucede con una manzana, se infectaron más y más, el caso es que, en la actualidad, tenemos un mundo en el que es más fácil encontrar actos deshonestos, que a alguien cuyo actuar le identifique como un ser lleno de honestidad.
Si bien es cierto que el bien se justifica por la existencia del mal, y que hay quienes se atreven a justificar su maldad o el mal en los demás, no hay mejor visión del mundo en el futuro que en donde seamos congruentes, conscientes y leales a la verdad. Sin caer en la idea sectaria o religiosa en la que el bien reine, y la paz prevalezca en cada uno de nosotros, sí vale la pena reflexionar siempre que nos encontremos frente a la tentación de caer en una equivocación deshonesta, el camino por lo correcto considerando que nuestro correcto proceder es lo único que dejaremos a quienes se queden en la tierra una vez que nosotros nos tengamos que ir de éste mundo.
Hay muchos a los que no les gusta ver y vivir o convivir con los honestos porque los llegan a considerar tontos o tarugos, pues creen que si alguien está en donde puede tomar dinero o cosas, aunque no sean de él o ella, lo debe hacer. Quienes creen que el dinero donde sea y se deja de agarrar, olvidándose que, si no es suyo, no le corresponde por que no se lo ganó con el sudor de su frente o su esfuerzo, podrá disfrutarlo un tiempo, pero estará enterrando su honestidad y con eso se estará despidiendo de la tranquilidad y la paz interior.
Hay muchas ventajas en ser honesto, y no existe ventaja en la deshonestidad, porque mientras el que toma lo ajeno, pudiera disfrutar de las mieles del poder, del dinero o las cosas que tiene sin que le correspondan, el que vive con lo que es suyo sin tomarle el pelo a nadie ni robar o mentir para beneficiarse, comerá lo que tenga con el tiempo suficiente que le permita identificar lo dulce y lo salado, lo agrio o agridulce, y el otro (el tranza), tragara tan de prisa por estar pensando en lo que tranzará después o lo que robara en seguida, que no podrá conocer de las delicias de la vida.
La culpa y la avaricia, no dejará al que deshonestamente se hizo de riqueza disfrutar de la caricia de las telas finas que le vistan, porque no tendrá el esfuerzo que sólo conoce el que sabe ganarse honestamente las cosas, y cuando venga el frío éste último, encenderá una fogata y mientras atiza la lumbre respirara la tela que pudo comprar con su dinero, y la tallara en su cuerpo agradeciendo el calor que le brinda, mientras que el deshonesto podrá estar en rededor de un fuego artificial proveniente de la combustión del gas o la luz eléctrica esperando que alguien le aplauda por el abrigo caro o la marca de moda.
Aunque en todos los estratos sociales, encontramos gente deshonesta, se les identifica porque son los que no saborean nada, porque hasta en su mirada se apagó la luz, y en su sonrisa la magia que solamente puede brindar la honestidad, esa honestidad que es carburante para un corazón sincero y una mente lúcida y brillante que puede alumbrar la más obscura noche.