5W Redactor Revista Digital Informativa
Todavía recuerdo la razón por la cual me hice aficionado al futbol. No me gustaba hasta mi adolescencia. Estaba en la secundaria y todos los compañeros te preguntaban por tu equipo favorito. En 1969 no tenía idea, pero en ese tiempo le empecé a ir al más ganador: Guadalajara. Acababa de lograr el título de liga y jugaba de maravilla, se “bailó” al América 4 – 1 en la primera vuelta y 1 – 3 en la segunda vuelta. Era un equipo de otro nivel. Se hablaba que debía ser la base de la selección nacional.
Mi ídolo era Raúl “Willy” Gómez, mediocampista y delantero, menudito, chaparrito, pero con una habilidad increíble para manejar el balón y burlar contrarios. También estaban los hermanos Ignacio y Carlos Calderón, uno portero y el otro delantero; Alberto Onofre, de triste memoria por la lesión que sufrió antes del Mundial de 1970 y que le impidió volver a jugar como antes, y Javier Valdivia. De los que más recuerdo.
Algo pasó a partir del inicio de la década de los setenta. El equipo comenzó a bajar de nivel. Todavía recuerdo que en febrero de 1971 venía cómo favorito al Estadio Azteca contra el América, el entrenador azulcrema era José Antonio Roca. Estuve en ese juego. Fue un partido de un solo lado que terminó con un 5 – 2 y el “baile” ahora fue de los “Canarios”. Desde esa fecha, América ha dominado los “Clásicos” y hubo temporadas en que los rojiblancos estuvieron a punto de irse a segunda división.
Confieso que ya no soy tan aficionado al futbol como antes, pero a veces volteó a ver algún partido de la liguilla u otro del torneo regular y, por supuesto, cuando puedo, alguno del Guadalajara. Porque andaba de viaje, no pude ver en vivo el partido de la final de 2006 contra el Toluca cuando Guadalajara ganó 1 -2 con goles de Francisco Javier Rodríguez y Adolfo Bautista.
En octubre de 2002 Jorge Vergara compró al equipo. Un empresario exitoso, pero sin idea del negocio del futbol. No sé si con el paso del tiempo aprendió algo. Lo dudo. Yo pensaba que él iba a inyectar recursos para volver a hacer del Guadalajara un equipo grande. Lo hizo en cierto tiempo comprando jugadores de calidad y que rindieron muy bien en su momento como Ramón Ramírez y Benjamín Galindo.
Jorge Vergara falleció en noviembre de 2019. Su mérito fue incrementar el número de aficionados del Rebaño Sagrado, no por éxitos deportivos, sino con base en un proyecto mercadológico muy definido que ha logrado sumar 40 millones de seguidores en México y en Estados Unidos. Los aficionados ahora compran más productos — sobre todo playeras — del conjunto tapatío.
La empresa fue heredada por Amaury Vergara, hijo de Jorge, y quien tampoco tiene idea de lo que significa un equipo de futbol desde el punto de vista deportivo. Al igual que a su padre, le interesa primordialmente hacer dinero y lo está consiguiendo manteniendo la estrategia de marketing porque hasta ahora la marca se vende sola.
El nombre Guadalajara ha desaparecido. Ahora se llama simplemente Chivas. Amaury, directivos y entrenadores del club así lo manejan en todas partes porque es un producto más. Ha dejado de ser un equipo de futbol.
Los jugadores, por su parte, siempre tienen algo qué decir para justificar sus fracasos, aunque siempre alegan un amor fervoroso por los colores que defienden, que se acaba en cuanto los contrata otro equipo. Ellos también han llegado a ser más parte de la mercadotecnia que futbolistas profesionales.
Es triste lo que está ocurriendo en un club de tanta tradición y arraigo popular. Amaury Vergara y compañía no se han dado cuenta que puede llegar un momento que el producto ya no venda como siempre por los malos resultados. Entonces tomarán conciencia que estuvieron matando a la gallina de los huevos de oro durante todos estos años.
