En los años noventa del siglo pasado y principios de este siglo veintiuno se desató una psicosis colectiva en relación a los asesinatos reiterados de personas en Ciudad Juárez; sin embargo se puso en el centro de la información que se estaban asesinando a muchas mujeres. Luego se identificó a estas víctimas como personas de extracción sencilla económicamente; la mayoría de ellas trabajadoras de las maquiladoras instaladas en la frontera, como forma de resolver el problema del desempleo de la población flotante que deja la migración permanente que busca pasar a los Estados Unidos.
Los estudios arrojaban que había la posibilidad de asesinos en serie; incluso se detuvo a personas con algún énfasis notorio a un acto discriminatorio; fue el caso de una persona de origen extranjero (egipcio).
Con los supuestos asesinos en la cárcel, el número de muertes se mantuvo; el sentimiento de inseguridad fue incrementándose; independientemente del origen partidista de los gobiernos locales; las muertes siguieron; hoy se les conoce internacionalmente como “las muertas de Juárez”.
Dentro de las investigaciones realizadas, están las realizadas por el periodista Jorge Zepeda, a quien, dentro de las entrevistas que realizó, le dijeron, entre otras cosas; que las mataban, al parecer, por ser mujeres, luego por ser humildes (trabajadoras de las maquiladoras); incluso por ser mujeres del flujo migratorio.
De alguna forma, esta es una expresión más del machismo con que alimentamos la cultura social en el país; la imposición de una forma de ver la vida y como debe ser, por encima de otras formas: la mujer como sujeto-objeto de las necesidades e intereses del macho controlador, violentador y destructor de todo lo que esté a su alcance y posibilidades; que de alguna forma le dé control y poder sobre ellas.
Hoy las feministas se manifiestan de manera diversa; algunas son muy organizadas y buenas luchadoras sociales; ofrecen argumentos que pesan…, calan en el ambiente social; lo que piden es más respeto a su derecho a vivir relativamente en oren y paz; nada que no sea justo; nada que no esté en el ambiente de sano respeto entre las personas en general.
Por desgracia, hay grupos de feministas llamados de “choque” o penosamente identificadas como “feminazis”, que representa a una figura que se acerca demasiado al machismo destructor; con una aproximación tan alta, que en ocasiones cuesta trabajo distinguirlas de sus detractores. Con sus actitudes, sin duda ayudan poco a sensibilizar en relación al problema de los feminicidios.
Hoy las redes sociales se han apropiado de las formas de comunicación mediante las cuales llevamos los datos a las personas. Sabemos que una vida es una vida ayer, hoy y mañana; pero nunca ha sido igual la forma en que se ha tratado el tema. Lo vemos con el caso penoso de la fallecida jovencita llamada Debanhi.
Mientras las “feministas sociales” luchan por que se detenga esta estela de asesinatos; que deje de verse a las mujeres como blanco de la violencia de los machos irredentos y cabrones que no aceptan reconocer y respetar a la mujer como sujeto libre de sus influjos; como persona libre e igual a él.
Efectivamente, el macho controlador, manipulador y en su caso destructor de todo lo que no controla y somete; es indiciado como responsable en buena medida del ambiente malo, feo, incluso de muerte en que se mueven las personas en general. Hay un proceso de destrucción sistemático en contra de la tolerancia, no sólo entre géneros (hombres y mujeres), sino entre estructuras sociales (pobres, no tan pobres y ricos).
El poeta, filósofo y cantor catalán Joan Manuel Serrat lo dice de manera lapidaria… “La dialéctica ha desaparecido y se ha instalado el insulto”.
Piense usted en las redes sociales, donde cualquier imbécil le mienta la madre a quien se atreva a ofrecer un comentario coherente en relación a un tema que le incomode, ya sea por su poca capacidad de análisis, que le hace recurrir fácilmente al “chinga tu madre”, o “vete a la chingada”.
El asesinato de esta señorita Debanhi, representa un paso más en la descomposición social; por desgracia es mejor fabricar una versión canallesca que nos de la tranquilidad de señalar a los malos por “rumor y experiencia” que analizar el problema y sus posibilidades.
Observe usted como en cada penoso asesinato que se va generando por desgracia, de inmediato en las redes sociales se señala al mal gobierno, pero fundamentalmente a la figura del macho controlador y destructor. Vea usted como existe una imagen retratada en el inconsciente colectivo donde se diseña la figura de un hombre con actitudes predispuestas a violar a la mujer que tenga cerca, o por desgracia matarla.
El prejuicio nos ha llevad a retratar a un hombre macho propenso a ser un violador y asesino con rasgos regularmente humildes, sencillos, llevado por las drogas y alcohol a las malas prácticas; por desgracia es un estereotipo muy adecuado para relacionar al “macho bruto, pendejo, violador y asesino”.
Cuidado, Serrat nos recuerda lo que pasa cuando se deja de lado el uso de las neuronas y se anteponen las pasiones. Seguirán muriendo personas; seguiremos pidiendo justicia; pero lo mejor que podemos pedir y esperar, es tolerancia y orden.
Los machos y las feminazis ayudan poco en esta tarea; los estereotipos de los posibles asesinos con caras horribles y sucias nos emiten fácilmente a personas de condición humilde… ¡como si ser pobre fuera condición para ser malo, y ser rico para ser muy bueno”.
Tenemos derecho a encabronarnos; pero seamos justos los que presumimos ser parte de la intelectualidad que somete a análisis el ritmo de la vida social; estamos obligados a usar la inteligencia antes que las corazonadas y las intenciones con que señalamos a los demás como malos…; debemos dejar de lanzar la piedra y gritar señalando para otro lado… ¡al ladrón, al ladrón…!
Le abrazo.