Cuando inició la pandemia en México en marzo del año pasado, la mayoría estábamos optimistas pensando que sólo iban a ser unos meses y después todo de vuelta a la normalidad. Calculamos que sería algo parecido a lo que sucedió con la influenza H1N1, iniciada en 2009 y concluida oficialmente por la Organización Mundial de la Salud en 2011.
El gobierno federal suspendió en ese tiempo clases en todos los niveles del 24 de abril al 6 de mayo de 2009. Hubo casi 71 mil contagiados y mil 172 muertes confirmadas a causa del H1N1.
Con el Covid ha sido muy distinto, mucho más grave y prolongado. Cuando pensábamos que ya habíamos superado lo peor, viene una nueva ola, regresan los contagios — ahora a gente más joven –, los fallecimientos y no se han podido regularizar las clases presenciales en ninguno de los niveles escolares.
Como consecuencia de la pandemia y del fracaso de las clases a distancia, se habla que ya desertaron cinco millones de estudiantes, 2.9 millones de 3 a 29 años de edad por falta de recursos económicos y 2.3 millones por algún motivo relacionado con el coronavirus: sus padres se quedaron sin empleo, cerró el lugar donde trabajaban o porque carecen de internet para poder conectarse.
Ante ese panorama, no es tan descabellada la necedad del presidente Andrés Manuel López Obrador para que millones de estudiantes regresen a las clases presenciales a partir del próximo 30 de agosto, aunque se corre el riesgo de disparar los contagios en los jóvenes por la falta de vacunas y medidas de prevención en las escuelas.
El regreso será voluntario. La mayoría de los padres de familia han manifestado hasta ahora su negativa para mandar a sus hijos a la escuela; es cierto, tienen temor, pero, en contraparte, no han tenido miedo de llevarlos al parque, de vacaciones, de visita y hasta de fiesta. En cualquiera de esos lugares también pueden adquirir la enfermedad.
Las autoridades educativas saben que las clases a distancia no están funcionando para millones de estudiantes en el país. Una buena parte no tiene la posibilidad de conectarse a una red de internet por falta de recursos económicos y tampoco tienen la capacidad de auxiliar a sus hijos en tareas y responsabilidades académicas. Debemos reconocer que para ello todavía somos un país tercermundista.
Hace algunos meses que se abrieron algunos centros educativos para clases presenciales resultaron contagiados seis alumnos de escuelas particulares. En el país son 27 millones de estudiantes de kínder, primaria, secundaria y educación especial; es un número muy elevado y la mayoría de los papás no se han vacunado, tampoco los profesores. El riesgo es alto, pero el gobierno federal lo tiene decidido, aunque el regreso el 30 de agosto será completamente voluntario.
La Secretaría de Educación Pública hará firmar a los padres de familia cartas compromiso en la que aceptan que sus hijos asistan a la escuela, para deslindarse de la responsabilidad por si algún niño o niña resulta enfermo o desafortunadamente falleció. También deben tener a sus hijos en vigilancia sanitaria constante — como si fueran especialistas médicos – y enviarlos con cubrebocas y gel sanitizante.
Cada escuela tendrá un Comité Participativo de Salud Escolar integrado por la directiva de la escuela, profesores y padres de familia, pero – insisto – ninguno de ellos es médico para determinar de inmediato si algún estudiante está contagiado.
Habrá que ver también las condiciones en las que se encuentran las escuelas después de varios meses abandonadas, sin mantenimiento y vandalizadas. Los papás y profesores van a tener que entrarle a la limpieza y a hacer un inventario de lo que falta y lo que necesitan para volver. Faltan unos días para la fecha fatídica del 30 de agosto y quién sabe si los centros educativos estén listos.
La apuesta del regreso a las clases presenciales es muy riesgosa sobe todo en una época en que los casos de Covid se han disparado y la vacunación es muy lenta, pero también está latente el peligro de que miles o millones de jóvenes sigan desertando de las escuelas en todos los grados por el fracaso de las clases a distancia.
A usted, padre de familia, le toca decidir.