De padre campesino que trabajaba en los agrestes campos limoneros y meloneros dela comunidad de Antúnez, municipio de Parácuaro, perteneciente a la región del valle de Apatzingán, enclavada en pleno corazón de la tierra caliente michoacana, Rosa Isela Guillén Bucio recordó su infancia humilde y en cuyo hogar hubo carencias.
Incluso,vino a su mente una familia vecina, que tenía una hija de su misma edad, de mejor posición económica que la suya, la cual dejaba ropa y zapatos en buen estado, los mismos que iban a parar al cuerpo y a los pies de quien soñaba con ser enfermera.
La madre de Rosa Isela era enfermera del Centro de Salud de Antúnez, de quien heredó el gusto y la pasión por la enfermería, Rosa Isela, la acompañaba de una casa a otra a poner inyecciones o sueros o bien cuando sentada, aguardaba en la sala de espera de la clínica local a su madre que participaba en la atención de los partos de la localidad.
Realizó sus estudios de enfermería en la Escuela Técnica de su comunidad, recién egresadacomenzó su servicio social en el Hospital General de Subzona con Medicina Familiar (HGSZ) No. 9 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), donde actualmente se desempeña como enfermera general, desde el año 2017.
El Covid-19 la sorprendió en dicho hospital y la vida le pondría enfrente la oportunidad de devolver aquel favor con quien de niña le había calzado los pies.
“Tuve a un paciente enfermo de covid que ingresó delicado de salud a este hospital y a quien de inmediato reconocí como el padre de aquella niña vecina de la comunidad de Antúnez y cuyos zapatos en buen estado fueron a parar a mis pies durante muchos años”, reveló Rosa Isela en medio del llanto y la nostalgia.
A pesar del estado delicado de dicho paciente, en que el Covid-19 lo mantuvo al borde de la muerte, la joven enfermera del nosocomio apatzinguense del IMSS, jamás perdió la esperanza en que sus afectos, cuidados, medicina y sus rezos, hicieran efecto positivo en aquel paciente al que quiere como un segundo padre.
Después de casi dos meses internado y de haber visto a otras personas morir, el paciente fue dado de alta, aunque con oxígeno domiciliario, pero a su casa al fin.
“Atendí a dicho paciente con todo el cariño del que era capaz de otorgar, pero de igual forma atiendo a todos mis pacientes, porque siento que a quienes atiendo son mis padres, mi familia o mi propio hijo”, dijo.
Finalizó al señalar que no es fácil describir lo que vivió en dicho hospital en la atención Covid-19, tanto con sus pacientes y sus propios compañeros contagiados, pero que a través del tiempo, puede aquilatar el valor de la vida y agradecer al IMSS por la oportunidad de servir a la gente.