Por: Eliseo Castillo A.
En medio de falsas adulaciones al candidato ganador de las elecciones por parte del gobierno saliente de Peña Nieto, desacreditado al extremo que no hay registro de un presidente tan rechazado, se da la reunión comercial mediante la cuál se intenta re-encausar la negociación para mantener el TLC de Norteamérica.
En realidad , en términos generales no hay mucha discrepancia; los berrinches políticos de Trump se relacionan con su necesidad de reelegirse solamente; pero en términos de contendido, tanto los grandes ganadores canadienses, mexicanos y americanos están de acuerdo con continuar con la apertura económica; en eso todos coinciden realmente y lo esperan con ambición financiera.
La reunión que se realiza hoy lunes 23 de julio de 2018, en Puerto Vallarta, deja en claro que la apertura económica es la gran finalidad de los empresarios grandes; con ello le apuestan a quedarse con las grandes ganancias en las mejores condiciones posibles. En la discusión se debate la forma de hacer que se siga permitiendo pagar menos para producir coches; pero no necesariamente para venderlos más baratos. De ahí viene la guerra del acero con que Trump ha frenado el entusiasmo productivo de las armadoras de carros instaladas en los tres países firmantes.
No nos confundamos; nadie está defendiendo a los maiceros de Kansas, o a los aguacateros de Michoacán, o los jitomateros de Sinaloa; realmente no son el corazón del problema. Lo que se pone en la mesa es la necesidad de Trump de mantener sus posibilidades de reelegirse por otros cuatro años; por lo que usa este acuerdo comercial como forma de fingir que se encuentra defendiendo al mercado norteamericano de sus tramposos socios: Canadá y México.
Claro que entre las patas del libre mercado se iría la producción regional de algunos lugares importantes en materia agrícola: Zamora, Jacona; Los Reyes, Peribán, Yurécuaro y buena parte de Jalisco y Sinaloa. Pero el corazón de la negociación se enfoca a la industria automotriz , ya que esta es el símbolo del imperio comercial de antaño en la economía norteamericana; Detroit era su corazón.
Desde luego que en este momento no es lo que fue; pero el presidente de los Estados Unidos ha manipulado la ilusión de miles de votantes haciéndoles creer que efectivamente trata de salvar a los Estados Unidos castigando a los productores automotrices y su industria de autopartes.
Curiosamente, Trump ignora o finge ignorar que esta industria, es en buena parte norteamericana, simplemente que ha aprovechado lo bajo de los salarios de los obreros mexicanos y las leyes laxas en materia ecológica para mover buena parte de su industria a nuestro país….¡pero las ganancias empresariales se las están llevando a su matriz norteamericana; por lo que lo único que le queda a México son algunos impuestos muy bajos, y los empleos básicos y algunos calificados.
Este es el corazón de la batalla; pero el problema es que se está usando a todo un aparato productivo que ha invertido pensando en el mercado internacional desde el campo; y eso es el peligro que se vive en este momento de berrinches del presidente norteamericano. La parte peligrosa es que por un plan de reelección se pueda llevar entre las patas a miles de pequeños productores mexicanos que han invertido su patrimonio en buena parte del campo mexicano.
El gran superávit comercial de que nos acusa Trump, no lo es, buena parte de esa supuesta ganancia es de empresas norteamericanas que trasladan sus ganancias a los Estados Unidos; pero eso no le da votos, prefiere seguir culpándonos de sus males; por eso, entre las patas de sus caprichos, se está jugado la sostenibilidad de miles de pequeñas empresas agrícolas nacionales; ese es el problema real.
Le abrazo con cariño.
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