Desde el sexenio que representó la alternancia política en nuestro país, es decir, el encabezado por Vicente Fox (2000-2006) tras destronar al PRI, parece que la figura presidencial se caricaturizó, se ha devaluado ostensiblemente, máxime el alud de problemas que han aquejado a México como sucede ahora mismo con los incrementos a diversos productos de la canasta básica y la gasolina.
Los mensajes del presidente Enrique Peña Nieto carecen de sustancia, empatía, más bien son lejanos como si no se diese cuenta del grave desastre que han provocado los graves desatinos en materia de política económica, quienes han conducido la nave mexicana en esos menesteres, diversos casos, parecen ocasionados, improvisados aunque cuentan con el influjo del mandatario.
Saqueos y perversidad son componentes de un largo desfile que refleja una evidente descomposición, algunos distractores también cabalgan por doquier, es el absurdo. Una clase política carente de calidad moral agita, señala, aunque muchos de los ahora inconformes que hacen llamados absurdos como hacer una “revolución pacífica” fueron signatarios del pragmático Pacto por México, aunque le apuestan a la desmemoria tan típica como recurrente que caracteriza a nuestro país.
Nuestro país ha vivido etapas de crisis recurrentes precedidas de una monumental demagogia, cada mandatario parece creerse un predestinado por la historia para ser el gran reinventor de México; los saldos han sido desastrosos por decir lo menos.
En la lejanía prevalece cierto recuerdo de otros tiempos, por ejemplo del desarrollo estabilizador de hace algunas décadas con un favorable tipo de cambio que se mantuvo estable, la economía mixta bajo el signo de un extraño nacionalismo revolucionario que nunca se entendió a cabalidad, jamás se explicó.
Muchas cosas se olvidan y se reiteran los yerros aunque todo se diluye para fortuna de los pillos. Si las crisis incrementan los costos se inventa un distractor, aún se recuerda al famoso “chupacabras” que existió en la imaginación allá por 1994, el año de los crímenes políticos, no más. Ahora las fiestas de quinceañeras y más bodrios, todo ello mientras el país parece caerse a pedazos, no hay sensatez, la irritación se ha desbordado como lo indica el termómetro social que refleja el alza en los precios. La presión a tope.
En otros países por menos de lo que aquí acontece las respuestas y consecuencias de los inconformes son drásticas, la parálisis política y la convulsión llegan a destituir a los mandatarios. Sólo que en México cunde la desmemoria, regularmente todo queda a manera de catarsis en las redes sociales, no más ni menos.
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