Cuando se sirve bien a la patria, se tiene en todas partes muchos amigos viejos
José Martí
El hacer patria, entendida de una manera primaria es el servicio al prójimo, a la
naturaleza y a todos los seres vivientes, ya sean del lugar donde se ha nacido o
del que por circunstancias de la vida se está radicando. Bien dicen que no se es
de donde se nace, si no de donde se pace. Esta sencilla reflexión viene a cuento
porque me recordó aquellas pequeñas lecciones patrióticas que me daba mi padre
Arturo Estrada. Cuando fue migrante en los Estados Unidos de América, hacía las
cartas que sus paisanos mandaban a sus familias, pues la mayoría de ellos no
sabía leer ni escribir. Defendió siempre, hasta los golpes, los derechos laborales
de sus contemporáneos mexicanos, trabajadores “braceros”, todos.
Luego andando el tiempo y a su regreso de los Estados Unidos, fue profesor de
inglés en una secundaria de Tanhuato, Michoacán, vertiendo con generosidad el
idioma que había aprendido lejos de su patria, a la par fue recaudador de rentas
durante 45 años en distintos municipios del estado de Michoacán, y me he
encontrado alumnos y personas que le conocieron y me refieren que era un
hombre dedicado a servir a los demás. De ahí fui aprendiendo, en efecto, hacer
patria es hacer el bien a los demás.
En estos días en los que exaltamos el amor a los símbolos patrios y a la patria
misma, debemos realmente reflexionar sobre una interrogante sencilla pero
profunda ¿Qué hemos hecho con la patria? Desde el lugar que tenemos o en que
nos encontramos en nuestro territorio, en nuestra ciudad, en nuestro trabajo y en
nuestra familia, qué hacemos día a día por la patria. La seguimos queriendo, la
seguimos amando, la seguimos construyendo, o simplemente desconocemos el
concepto más elemental de pertenencia a nuestras raíces con todas las
implicaciones que tiene.
De unas décadas a la fecha, observamos un aislamiento de aquel mexicano que
estaba siempre presto a servir a su patria, no solo en tiempos de catástrofes e
infortunios. Nos va quedando cada vez más lejano el compromiso social de estar
pendiente del otro, compromiso que se asumía al interior de la familia y después
se practicaba de manera desinteresada, cotidiana y sistemática. Íbamos
caminando mano con mano.
Las crisis económicas, la corrupción en todas sus expresiones y una pérdida de la
ética y la moral nos tienen en un momento social crítico en el que debemos
reconstruir, retomar, readecuar y practicar los sentimientos de la nación. No solo
en el mes patrio si no en el día a día.
Nuestros mayores, padres y abuelos, estarían muy orgullosos de ver un
resurgimiento de los valores ciudadanos, fincados en la ayuda y en el servicio a
los demás para lograr una vida mas justa y digna en comunidad.
Mi padre que en paz descanse, todavía a sus 82 años, me dijo que, como estaba
en las reservas del ejercito nacional, se quería enlistar para defender a la patria
ante el rumor de la época cuando Donald Trump fue presidente de los Estados
Unidos de Norteamérica y según amenazaba con una invasión a nuestro territorio.
Fue de las últimas lecciones de civilidad y del profundo sentimiento patriótico que
siempre llevaba consigo. Y justamente releímos juntos la suave patria de Ramón
López Velarde; los sentimientos de la nación de José María Morelos y Pavón, y,
aquella hermosa frase de José Martí: La patria es dicha, dolor y cielo de todos y
no feudo y capellanía de nadie.
Y en tiempos actuales, sentir como dice Fernando delgadillo, “es mi país, es mi
canción y hablar de México siempre me inflama el pecho”.
Y a todo esto, ¿Qué hemos hecho con la patria?
* El autor es Licenciado en Derecho, Maestro en desarrollo rural, ambiental y de la
sostenibilidad. Diplomado en Unión Europea. [email protected] @GOGAES