Por Ricardo Burgos Orozco
Durante mi época reporteril conocí a varios presidentes del Partido Revolucionario Institucional (PRI) cuando era todopoderoso, ganaba elecciones con facilidad y miles se peleaban por estar ahí, sabían que ser candidatas o candidatos les aseguraba una diputación, una senaduría, una gubernatura, un puesto en el gobierno.
Conocí, por ejemplo, a Alfonso Martínez Domínguez, un hombre de baja estatura, pero duro como pocos; a Carlos Sansores Pérez, papá de Layda – gobernadora actual de Campeche –serio, alto, colmilludo; Gustavo Carbajal Moreno, político experimentado; Javier García Paniagua, disciplinado, de fuerte personalidad; Pedro Ojeda Paullada, con mucho camino recorrido en la vida pública; Adolfo Lugo Verduzco, hidalguense, líder nato, y Luis Donaldo Colosio, carismático y de trato amable.
Los tiempos ya cambiaron; muchos políticos, acomodaticios por naturaleza, ahora buscan el refugio especialmente del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) porque está en el poder y la tendencia es que se mantenga así cuando menos hasta el 2030. Tiene la mayoría en el Congreso, en las gubernaturas y ha borrado casi por completo a la oposición.
Personalmente no conozco a Alejandro Moreno Cárdenas, exgobernador de Campeche, pero he seguido sus declaraciones en los últimos meses. No me da confianza y seguro tampoco a mucha gente. Sus respuestas siempre son muy sesgadas, nunca directas. Cuando le preguntaron si iba a apoyar la reforma energética en un principio evadía la contestación directa.
En las entrevistas sobre sus grabaciones, que dio a conocer la gobernadora de Campeche, Layda Sansores, Moreno rehúye; nunca reconoce o niega si son verdaderas. Como líder deja mucho que desear porque se está peleando con los propios militantes de su partido y muchos lo quieren ver fuera, Miguel Ángel Osorio Chong, experimentado político y actual senador, entre ellos.
Ya tuvo diferencias serias con sus “aliados” del PAN, Marko Cortés, y del PRD, Jesús Zambrano, en busca de salvarse y no morir política, jurídica y socialmente después de los constantes ataques oficialistas de todos los niveles, incluso desde la Presidencia de la República. Tal vez quedó vencido por cansancio o ya le entró el miedo de las consecuencias y amenazas, pero en lugar de aceptar lo que sea, adopta poses de triunfalista y asegura que el PRI solito puede ganar cualquier elección. Se autoengaña.
Por su actitud y comportamiento reciente, Alejandro Moreno quizá cree que puede ser candidato a la presidencia y ganar. La realidad es que el PRI está viviendo sus últimos tiempos como partido, ha dejado de ser opción política para millones de ciudadanos y militantes; si pierde el Estado de México y Coahuila el año próximo, se va a quedar sin ninguna gubernatura y no sabemos si en 2024 podría obtener el tres por ciento necesario para mantener su registro.
Alejandro Moreno Cárdenas le está poniendo a su partido los últimos clavos de la tumba.
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